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El 17 de mayo el Ayuntamiento se viste con la bandera arcoíris para recordar el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia. Este 2019 no es el primer año que se engalana el balcón principal de esta manera. Y tampoco es la única actividad de concienciación que se realiza durante el año. Pero, en muchas ocasiones, hacer visibles ciertos símbolos nos recuerda todo el camino que aún queda por recorrer. El primer paso para solucionar problemas es siempre darse cuenta de que estos problemas existen.
Palabras como bifobia o transfobia han entrado a formar parte del vocabulario habitual hace unos pocos años para muchos y muchas de nosotras. Sin embargo, tras todas ellas coexiste una sola idea: el miedo a lo diferente. Nos da miedo la libertad de las demás personas y, de forma especial, la diversidad sexual humana. Sin embargo, la realidad es tozuda: el ser humano es múltiple, diverso y variado en su modo de pensar, sentir y actuar durante su periplo sobre esta tierra. Y, en parte, ahí radica su encanto y su gloria.
Hubo un tiempo en el que la propia Organización Mundial de la Salud consideraba la homosexualidad como enfermedad mental y fue un 17 de mayo cuando se decidió que había que cambiar eso. Por fortuna, a día de hoy la cultura discriminatoria por razón de sexo se ha suavizado mucho. Las nuevas generaciones reciben una educación no sexista, donde se hace hincapié en la igualdad de género y de raza. También los medios de comunicación han ayudado a presentar con naturalidad la diversidad. Estos pasos son pilares fundamentales para crear una sociedad sin temor a las diferencias y a los cambios que son, en definitiva, inherentes a la propia vida.
Esta tarde los y las chavalas a partir de 14 años están invitadas a un taller para reconstruir significados sociales. La actividad comenzará con un diálogo que bien nos puede hacer reflexionar a las personas de cualquier edad sobre la libertad de los seres humanos: