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Iker Pascual de Zulueta Barandiarán, alumno de primero de Bachiller del IES Balmaseda, nos ofrece la siguiente reflexión sobre el cambio climático:
«La historia comenzó hace 5.000 años, cuando el ser humano empezó a escribir y a registrar los hechos que presenciaba en escritos. Desde entonces, la humanidad ha vivido numerosos cambios: ha visto nacer y desaparecer reinos, ha construido y olvidado ciudades gigantescas, ha creado y desarrollado la ciencia… Probablemente el cambio más importante de la historia fue la Revolución Industrial. Mejoró la vida de todos, tanto de los trabajadores como de los patrones, facilitando el trabajo de las personas mediante las máquinas. Los combustibles fósiles permitieron el desarrollo industrial, y la sociedad y los hábitos de vida cambiaron por completo. No había vuelta atrás, ya que nadie se atrevía a dejar de lado aquella nueva vida tan cómoda. La revolución no aportó más que beneficios, o eso es lo que creía la inocente sociedad de la época.
Desde mediados del siglo XVIII, han sido muchos los cambios acontecidos, y el ser humano se ha dado cuenta de que la revolución no solo aportó beneficios. En este mundo todo tiene un precio, y si James Watt hubiese sabido el precio de esa comodidad, puede que nunca hubiese inventado la máquina de vapor en 1769. La combustión de los combustibles fósiles emite gases hacia la atmósfera: dióxido de carbono, vapor, metano, óxidos nitrosos… Dichos gases provocan lo que se conoce como efecto invernadero, es decir, calientan la superficie de nuestro planeta. Ese incremento de la temperatura provoca otro cambio de suma importancia para la humanidad: el cambio climático. Lamentablemente, al contrario que en el caso de otros cambios sucedidos a lo largo de la historia, el cambio climático no aporta beneficios: sin embargo, sí que nos trae perjuicios.
Hay personas que opinan que el cambio climático es una farsa. En los últimos años, la mayoría de los partidos populistas se han posicionado en contra de la reducción de los gases de efecto invernadero, ya que piensan que no hay peligro alguno (o eso les hacen creer a sus votantes). Uno de los principales defensores de esa ideología es Donald Trump, actual presidente de los Estados Unidos de América. Pero no creo que el problema sea que Trump esté en contra del cambio climático. Por haber, hay gente que afirma que la Tierra es plana. El problema radica en las millones de personas que siguen sus palabras. Pero no es mi labor criticar a esas personas o al propio Trump. ¿Por qué va a ser verdad lo del cambio climático?
Varios estudios científicos afirman que la cantidad de CO2 de la atmósfera se sitúa actualmente un 33% por encima de la cantidad habida durante la mayor parte de la vida del planeta, y que la temperatura ha aumentado 0,9 grados centígrados en los últimos 100 años. La Antártida pierde 127.000 millones de toneladas de hielo al año, y eso ha provocado que el nivel de los océanos haya aumentado 3,3 milímetros cada año, es decir, 3 veces más rápido que en los últimos 25 años. Podría seguir aportando datos, pero no creo que tenga sentido, porque, ¿quién puede decir que esos datos son verdaderos y que no se los ha inventado alguien? ¿Quién puede demostrar que la farsa es verdadera? Puede que todos los científicos del mundo nos quieran dar gato por liebre. O puede que los Estado Unidos de América tengan intereses en el mercado de los combustibles fósiles, ya que suponen un 7,6% del PIB del país. Es terrible presenciar que el trabajo científico realizado por los científicos y científicas más brillantes del mundo durante años tenga el mismo valor que las palabras sin fundamento de un solo hombre. Parece que la ciencia, la investigación, las matemáticas y la razón no importan nada. El lobo le indica a Caperucita Roja el camino correcto, y esta lo sigue sin pestañear, olvidando todo lo aprendido gracias a la madre ciencia.
En esta redacción os he hablado de cambios, y esa es la única conclusión que quiero sacar de ella: la necesidad de cambiar. Tenemos que cambiar nuestros hábitos cotidianos, relacionándolos con el efecto que tienen en el medio ambiente, pero también tenemos que cambiar los gobiernos que dirigen nuestros países. Tenemos que cambiar esa tendencia de rechazo hacia la ciencia, y ofrecer a los científicos la atención mediática de la que gozan los farsantes populistas. Tendremos que cambiar nuestro sistema educativo, y hablarles a los niños y niñas de la gravedad del cambio climático desde el principio, enseñándoles lo que pueden hacer para hacerle frente. En realidad, puestos a cambiar, tendríamos que cambiar demasiadas cosas… La verdad es que es irónico tener que cortar un árbol para pedir ese cambio, para luego arrojar esta redacción revolucionaria a un contenedor de reciclaje que a día de hoy no existe en nuestra aula.»
IKER PASCUAL DE ZULUETA BARANDIARAN