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¿Se podría entender la Semana Santa en Balmaseda sin comenzar escuchando el Miserere? ¡Imposible! Nos faltaría una parte muy importante de nuestra esencia, nuestra emoción, nuestra idiosincrasia… El Miserere de Don Martín Rodríguez Seminario es tan balmasedano y tan artístico como el Puente Viejo o la Parroquia de San Severino, de la que fue organista durante 60 años (1901 – 1961). Estrenado en 1904 ó 1905; para aclarar esta duda reproducimos el fragmento del libro “Coral Kolitza de Balmaseda. Tradición de un pueblo que canta” (pág. 26) en el que su autor, Donato Rodríguez (miembro de la Coral), plasma el resultado de su investigación: “Parece lo más verosímil que la presentación de la obra tuvo lugar en la parroquia de San Severino en la Semana Santa de 1904. Otra versión dice que fue estrenada al año siguiente, 1905, en la catedral de Vitoria. Quizá puedan conciliarse ambas noticias si tenemos en cuenta que el autor escribió dos composiciones con el mismo texto, uno el “sencillo” a tres voces iguales y órgano, y otro a cinco voces mixtas y orquesta, también adaptado para ser acompañado por órgano. Es posible que una de las versiones fuera estrenada en Balmaseda y la otra en Vitoria”. Ambas versiones quedaron “aletargadas” durante bastantes lustros, y la escrita para 4 voces mixtas (5 en algún pasaje) y acompañamiento de orquesta o de órgano se recuperó y reincorporó al repertorio de la Coral Kolitza (por iniciativa de Tomás Negro, su director durante tantos años) en la década de los 70 y, desde entonces, es una parte fundamental de la Semana Santa de Balmaseda. Es una composición conmovedora y hermosa, con una sencillez aparente, tras la que hay un desarrollo musical rico y variado, que sólo pudo conseguir un excelente músico en un momento óptimo de inspiración y trabajo.
Julio Lanuza, actual director de la Coral y grandísimo admirador de la música de D. Martín, nos dice: “Los once números que componen esta magistral obra están perfectamente contrastados, teniendo cada uno su estructura formal, pero a la vez –y esto es difícil- manteniendo la unidad dentro de la obra. Son breves, pero intensos. Don Martín no cayó en la tentación de alargarlos innecesariamente repitiendo melodías o haciendo variaciones sobre lo escrito. Son emocionantes, concentrados, no dan oportunidad al bostezo (aunque se escuchen por primera vez). Decir que acompaña el órgano no es muy exacto; su papel, de gran dificultad para quien lo interpreta (en las últimas décadas la querida balmasedana María Jesús Eguía) supera, con mucho, el mantenimiento o relleno de los silencios vocales: incrementa poderosamente el patetismo de los momentos dramáticos, dulcifica los pasajes suplicantes y nos sumerge en la liturgia de la Pasión cuando imita y recuerda el redoble de los tambores procesionales. No sobra ni falta una sola nota, silencio o matización. ¡Obra de arte!”

Y qué podríamos decir de las maravillosas canciones tradicionales de nuestra Semana Santa. Pequeñas e íntimas obras de arte que los habitantes de la Villa llevamos en nuestro ADN, porque las hemos escuchado desde los vientres de nuestras madres. Nos es imposible resumir todo lo que aportó D. Martín a los desfiles procesionales de la Villa y a los actos religiosos de la Parroquia: las piezas que interpreta la Banda, la música coral con o sin acompañamiento de órgano… Citaremos lo más relevante:
No podemos precisar quién es el autor de nuestro emocionante “Stabat mater”. Don Martín lo armonizó, imprimió su sello particular y consiguió que transmitiera la angustia y la tristeza de la Virgen Dolorosa llorando la muerte de su Hijo.
“En el calvario” también fue armonizada por D. Martín, en 1958 (3 años antes de su muerte). Se conserva la partitura original de su puño (ya tembloroso) y letra, en la que el maestro constata que es un “canto tradicional balmasedano”.
“La tortolilla” nos conmueve con el angustioso lamento, “¡Ay de mí!”, de la Madre que ve morir al Hijo.
En el año 1935 se incorporó, por primera vez en nuestro Vía Crucis Viviente, el juicio ante Pilatos. Probablemente, para acompañar las escenas que se representaban en el Campo de las Monjas, se le encargaron a D. Martín dos composiciones para que la Coral reforzara los momentos más dramáticos. Se interpretaron entonces, por primera y casi última vez, la “Oración de Jesús” y el “Juicio ante Pilatos”. La Coral Kolitza Korua recuperó y “reestrenó” en 2017 la primera de ellas. Obra de difícil interpretación, muy intensa, que refleja la angustia del momento en el que Jesús tiene dudas sobre si podrá soportar lo que sabe que vendrá: “Padre, si es posible, pase de mí este Cáliz”. Está escrita con el sello más típico de D. Martín, experto en crear piezas cortas que van al grano; difícil y delicada, sin armonías previsibles (utiliza acordes disonantes que crean gran tensión) y con pasajes modulantes que nos sumergen, magistralmente, en un ambiente conmovedor.
En mayor o menor medida también imprimió su sello en el “Ya murió”, la “Letrilla de la Pasión” (“Mira ingrato pecador”), y el “Vía Crucis” (“A tu Redentor Divino mírale todo llagado…”). Estas tres joyas se interpretan “a capella” durante la representación de la Pasión en la mañana del Viernes Santo y, por la tarde, con el acompañamiento de órgano del querido balmasedano José Moreno Láiz, en la Parroquia de San Severino…
Por tantísimo arte, emoción, cariño, categoría, dedicación a nuestra Villa… Don Martín, MAESTRO, ¡Gracias!
I. Galicia Lambarri «Txipu»
Nota: La música que el compositor había escrito para que la Banda Municipal la ejecutara en la Semana Santa balmasedana, actualmente no se interpreta en los desfiles procesionales.