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La Asociación Europea de Patrimonio Industrial (ERHI) incorpora a La Encartada a su ruta cultural.
La Fábrica Museo La Encartada ha recibido recientemente la designación de “Anchor Point” como referente de patrimonio industrial. Esta denominación viene a subrayar la importancia histórica del lugar, además de valorarlo como un punto de atracción turístico.
Varios han sido los factores para merecer formar parte de esta red continental que promueve el potencial turístico de la herencia que la industria nos ha dejado. Destaca por encima de todos su colección de maquinaria bien conservada, en su mayor parte inglesa, de finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX. Su imagen y dotación tecnológica siguen prácticamente intactas y se mantienen todos los elementos del proceso productivo, desde la recepción de la materia prima hasta el proceso de empaquetado y expedición.
Sin embargo, La Encartada es mucho más. La singularidad de la fábrica nos habla de una colonia de trabajadores y trabajadoras cuyas vidas orbitaron a su alrededor. Las casas edificadas para las personas operarias, una capilla que hacía las veces de escuela, huertas que se podían trabajar en el tiempo libre o la desaparecida casa del director, son huellas de ello.
La Encartada S.A. se fundó en 1892 y estuvo en activo durante un siglo exactamente. El capital social lo aportaron cinco indianos que habían hecho fortuna en México, tres de ellos originarios de Balmaseda. La fábrica se dedicó a trabajar la lana creando boinas principalmente, pero de sus máquinas también salieron mantas, paños, guantes, bufandas, viseras, pasamontañas, madejas y ovillos. En 2007 el recinto pasó a ser un museo, reconversión que se ha valorado de forma muy positiva por parte de la ERHI.
También el variado número de actividades que ofrece La Encartada ha sido un punto a su favor como “Anchor Point”. Son tres los ejes que sustentan su amplio programa: la industria, la perspectiva de género y la moda. A las visitas guiadas, talleres dirigidos principalmente a familias y escolares y demostraciones del funcionamiento de varias máquinas (como el telar Jacquard alemán que vuelve a la vida todos los domingos), se suman visitas teatralizadas donde nos hablan de cómo se repartía el trabajo entre ambos sexos o cómo era un día cualquiera en la fábrica, por poner dos ejemplos. En cuanto a la moda, cada año se celebran encuentros de moda y tradición contemporánea donde el público puede disfrutar de los desfiles, talleres, performances, música, showrooms,… tanto de diseñadores y diseñadoras consagradas como noveles. Toda una fiesta de la moda que ya es punto de referencia de este mundo.
También es necesario hablar de los servicios complementarios para la celebración de eventos y las exposiciones temporales que ofrece. Su entorno ajardinado y tranquilo y el inmueble principal donde se han conservado las estancias donde residían los propietarios cuando visitaban la fábrica completan una oferta en constante innovación.
Tras el reconocimiento obtenido por el museo como ejemplo de buenas prácticas, este nuevo nombramiento viene a recordarnos que lo que Balmaseda tiene en el barrio de El Peñueco es una joya industrial digna de ser visitada y conocida.